Capricho oculto-3


No podía parar de moverme a su ritmo, a su placer. Ah, esa conexión que lograba entre ambos era perfecta, sensacional. Hacía que mi piel se crispe y que los párpados se cerraran con fuerza, dejando de impedir los sonidos que afloraban de mis labios. Tensaba la piel del cuello, movía los abdominales, las caderas, lo presionaba hacia abajo, contra mí. Volví de las nubes cuando susurró. Entreabrí los ojos chispeantes de sensaciones, y lo miré como nunca lo había hecho- Tuyo, todo tuyo. -me encargué de aclarar mi voz lo más que pude, sin interrupciones, sin respiración que pudiese interferir esas palabras que había pronunciado de forma serena.
Quería rogarle que continuara, nunca en mi vida había sentido tanto placer conjunto al calor emocional que tenía dentro y que crecía en el pecho, pero me abstuve. Quería ser testigo de a lo que podía llegar con 'su majestad', cuánto quería quebrantar las reglas que ya habían sido pisoteadas en el momento que nuestros labios se fusionaron en un momento sincero. Sin embargo, prácticamente creí comunicárselo con los gemidos involuntarios que daban y emergían. No me interesaba si el castillo entero me oyese.

La visión que tenía era magnífica, su piel tensándose, él cerrando sus ojos por culpa del placer, sus gemidos que salían ya sin pudor de sus hermosos labios. Era perfecto hasta para disfrutar de esto.
Al escucharle no pude evitar sonreír tontamente. Me había confirmado que era mío, me lo había dicho, ya podía morir en paz.
Podía sentir como apretaba mis caderas contra las suyas, y se sentía genial. Detuve por un instante mis movimientos para adelantarme un poco, haciendo que su miembro rozara mi entrada. No pude contener mi gemido en ese momento, se sentía tan bien el saber que mi rey gozaba conmigo, todo ese placer era demasiado.
Volví a rozar mi entrada contra su miembro, haciendo que más gemidos salieran de mis labios. Podía escucharle gemir, lo que aumentaba mi placer y necesidad de tenerle conmigo. Quería sentirle en todo su ser, quería sentirle dentro mío, quería esa marca que dijera que era de él.
Volví a bajar mi cuerpo, besando sus labios con desespero antes de apartarle y mirarle a los ojos- Mi rey... -susurré seguro de que mis mejillas eran del color de las rosas por lo que estaba a punto de pedir- Quiero... Que... Me hagas tuyo... -musité, deseando que mis palabras llegaran a sus oídos. Le necesitaba ya y no podía esperar, pero pedirlo era bastante vergonzoso. Me sentía como un niño que quería que le dieran su juguete.

Entreabrí los párpados unos milímetros. Estaba sorprendido, realmente no esperaba en que llegase a la instancia de pedirme algo así con palabras. Sonreí mientras mis manos se desplazaban por las suyas, subiendo a las muñecas y trepando por ambos brazos lenta y suavemente. Lo hacía a propósito, esos movimientos sin apuro aumentaban su ansiedad y, ciertamente, se le notaba.
-¿De verdad?- Susurré con picardía. Lo acariciaba con fervor en la piel, filtrando los dedos en su ropa, finalmente deshaciéndome de ella. Ahora lo observaba en todo su esplendor con ojos hambrientos. El seguía sobre mí, provocándome cada vez más. A ello sólo respondía con movimientos similares a los que estaba haciendo hasta hacía un rato: caderas y abdominales rozaban contra él y lo atraía a mi persona sin impedimentos. Se estaba tornando algo exasperante para mí también no poder sentirlo en su totalidad como él me había pedido.
Posicioné las manos en sus caderas, me acomodé entre los tantos acolchados y, sin prisa, me adentré en su ser. Un gemido de puro placer escapó de mí sin importarme, y así una fila de ellos le siguió a medida que disfrutaba la fricción entre ambos. La respiración se entrecortaba y las pulsaciones aumentaron, acercaba y alejaba su cuerpo y el mío a distintos compases; tensaba los músculos del abdomen para llegar a besarle los labios y el cuello entre jadeos, librándose mordidas y succiones.
- A-ah,Vladimir…

Dios... Sus manos parecían expertas sobre mi piel, parecía que conocían todo mi cuerpo de memoria, parecía que solamente ellas podrían hacerme sentir de esa forma, y creo que así sería ahora y siempre. Quería que se apurara, esa desesperación de no tenerle dentro me estaba consumiendo y mi ansiedad aumentaba notablemente.
Al escucharle lo miré a los ojos, asintiendo levemente a su pregunta con un pequeño color carmín en mis mejillas, notando como terminaba de despojarme de todas mis prendas de ropa. Su mirada parecía devorarme y atravesarme, y me encantaba.
Los movimientos de mi rey podían ser tan excitantes y exasperantes a la vez. Me provocaba, devolviéndome el hecho de haberle provocado con anterioridad.
Sentí sus manos sobre mis caderas y sabía que no tardaría en ocurrir, sabía lo que se avecinaba, pero no tenía miedo. Quizás algo de ansiedad pero nada más. Me sentía bien de saber que mi rey se sentía como yo... Excitado y con necesidad de unirnos en uno solo.
En el momento que empezó a entrar en mí solté un gran gemido, producto de todo ese placer que se acumulaba cada vez más. La fricción entre ambos era deliciosa y los movimientos que me obligaba a hacer provocaban que más gemidos salieran de mis cuerdas vocales.
Sus besos, mordidas y succiones eran demasiado, estaba empezando a enloquecer de tanto placer.
-M-Mi rey... -logré pronunciar a duras penas entre gemidos. Al fin, al fin podía estar unido a mi rey sin intervenciones, sin estúpidas mentiras sobre que le odiaba, sin sus insultos, nada. Solo nosotros dos, como debía haber sido desde siempre.
Mis manos recorrían toda su piel, todo lo que podía, ya que mis movimientos eran algo torpes por mi excitación.

Los momentos en los que no le besaba, apoyaba la cabeza sobre los almohadones de pluma y arqueaba la columna, mordiéndome el labio inferior que hacía rato había dejado de sangrar. Ese placer era incomparable a los encuentros que anteriormente había tenido. Quizá por las emociones que él hacía vibrar en mí, como si hubiese logrado entrar en mi psiquis y moldearla a su gusto. Deseaba decirle que era hermoso, perfecto, pero me faltaba el aliento para pronunciar aquello. Los jadeos aumentaron y ambos gemíamos dispares del placer.
El movimiento fue desacelerándose y lo posicioné suavemente en el colchón, sacándolo de encima mío. Me posicioné acorralándolo con ambos brazos y me detuve un instante a observarle. Sus ojos brillaban con un destello que no había visto y su mueca de lujuria pura me provocó al igual que había hecho anteriormente. Besé sus labios con desespero y lentitud al mismo tiempo mientras le acariciaba el cuerpo en su totalidad. Sentía cómo fácilmente mis dedos se deslizaban como seda sobre su piel cálida y los cabellos oscuros caían apenas sobre los suyos, rubios, mientras le besaba.
Separé sus piernas tomándole de ambas rodillas haciendo que me rodeen. Coloqué ambas manos en su pecho y descendían mientras nuevamente me adentraba en él con la pasión que venía escondida en mis adentros. Embestidas suaves que fueron más rápidas y frecuentes a medida que el placer de ambos aumentaba. Volví a relentizar los movimientos para poder llegar a sus labios nuevamente.
-Perfecto, eres perfecto -le susurré antes de lamer su labio inferior y succionarlo.

Pude notar como el ritmo empezaba a disminuir  dejándome hacer sentí la suave tela de las sábanas contra mi espalda. Su mirada estaba sobre mí otra vez, por lo que no pude evitar observarlo con cierta lujuria. Es decir, ¿cómo no mirarlo así? Él mismo era la lujuria pura.
Su beso me volvía loco, era tan deseable y delicioso que terminaría por devorarle la boca si no me controlaba, aunque ¿quién piensa en el control a estas alturas?
Nuevamente me dejé hacer, rodeando su torso con mis piernas. Estaba a punto de rogarle que entrara pero cualquier intento de habla fue silenciado y ahogado en nuevos gemidos que surgieron en cuando mi rey se adentró otra vez en mí.
Su embestidas eran deliciosamente suaves, pero fueron tornándose pasionalmente salvajes ante el cambio de ritmo, sin embargo este no duró mucho porque volvió a realentizarse. Correspondí su beso antes de escuchar sus palabras, sintiendo como mis mejillas ardían por estas. Volví a dejarme hacer antes de rodear su cuello con mis brazos, atrayéndolo hacia mí. Necesitaba sentirlo completamente. La falta de aire me obligó a soltarlo un poco para que mis pulmones se recargaran, por lo que aproveché, le miré a los ojos y sonreí- Tú eres el perfecto... Siempre lo fuiste y siempre lo serás... -susurré volviendo a besarle con desespero, mordiendo un poco su labio en el proceso.

Nunca antes se me había ocurrido que podría experimentar tanto éxtasis con él. A quien consideraba un sirviente más, un cumplidor de caprichos como todos los demás, uno que también cerraba su boca y me maldecía a sus adentros para evitar problemas y mostrarse lo más dócil posible.
Miles de cosas me llenaban la cabeza cuando comencé a sentir que el calor iba centralizándose y así mismo provinieron cosquilleos que me cubrieron por completo. Lo presioné hacia mí sin dejar un solo espacio entre nosotros. Los movimientos de pelvis cesaron luego de un rato al cambiar de posición nuevamente y me le alejé, sacando el miembro de dentro suyo.
El líquido pálido le cubrió, sin quererlo, el torso. Respiré con agitación, llenando de aire los pulmones como podía acompañado de jadeos. Con algo de cansancio me recosté rodeando su cintura con los brazos, acariciando su cuello con los labios.
-Soy el individuo más defectuoso que puedas encontrar, tú eres todo lo contrario a mí. -susurré con la voz un tanto melosa.

Las sensaciones que me hacía sentir eran tan deliciosas, perfectas, como él mismo. Nada podría arruinar aquello, su felicidad, al igual que su lujuria eran tales que no podrían acabar con ellas ni aunque quisieran.
El calor que invadía mi cuerpo comenzó a centrarse en un solo lugar, el cual fue liberado en cuanto me presionó de aquella forma. Un gran gemido escapó de mis labios antes de relajarme por completo, notando como salía de mi interior. Pude sentir como un líquido me empezaba a cubrir, la esencia de mi rey...
Al ver que se recostaba a mi lado tomé parte de las sábanas para limpiarme como pude, ya que el agotamiento estaba presente aún en mi cuerpo. Al finalizar me dejé tomar por la cintura, sonriendo por sus palabras y tono- Mi rey... Eres perfecto, si no fueras así no serías tú... Y... -bajé la mirada apenado antes de acercarme a abrazarlo por el cuello- No me gustarías... No te amaría si no fueras de esta forma... -me confesé, a pesar de todo lo que había ocurrido quería decirlo formalmente, no me gustaba la idea de que pensara que era algo solamente sexual. Eso jamás. Lo abracé un poco más fuerte, aferrándome a él por miedo a que todo esto fuera un sueño.

No sería yo... ciertamente, ¿qué sería de mí sin mis defectos? ¿que sería de todos sin sus defectos? Sonreí con una sinceridad pura al escucharlo y lo abracé aún más. Abrí los ojos unos milímetros cuando oí tal cosa. Me golpeó como una flecha directo al corazón, pero no por lo desagradable ni doloroso, sino por la importancia que traían esas palabras encima.
-De... -no encontraba las palabras exactas como para preguntarle el porqué se había enamorado de alguien tan egocéntrico, estúpido, temperamental, simplemente no lograban salir de mis fauces.
-De verdad te... ¿de verdad te gusto? E...eh, quiero decir... -Creo que Vladimir nunca me había visto de esa forma. Me sentía una adolescente idiota, las del estilo que aparecen en las telenovelas juveniles.- ¿Me amas? -logré musitar finalmente, presentando un rubor en las mejillas y pómulos mirándolo con los ojos azules y más chispeantes que nunca.
-¿Cómo puedes amarme? Cómo puedes amar a alguien tan... -me le aferré de la misma manera acomodando el rostro entre su cuello. El corazón me latía como una estampida de elefantes y estaba seguro de que podía sentir mi pulso- tan inútil...

Suspiré tranquilo en cuanto correspondió mi abrazo, feliz de que no desechara mis palabras y acciones.
Empecé a escuchar que intentaba pronunciar algo, por lo que le observé con tranquilidad. Mi corazón obviamente no estaba tranquilo, después de todo acababa de declararme a la persona que amaba y eso lo traía revuelto.
Escuché su pregunta y asentí suavemente. Aún no estoy seguro de dónde sacaba toda esa tranquilidad, pero jamás ha sido un problema para mí ocultar mi nerviosismo o emociones, excepto, claro, en situaciones como la que acababa de vivir.
No pude reprimir mi sonrisa al ver su rubor, nuevamente me recordaba a un niño pequeño. Al momento en que se aferró a mí escuché sus palabras con atención, sin embargo me aparté rápidamente para sujetar su rostro- Lawrence... No eres inútil... Te conozco lo suficiente... Sé que eres inteligente, que tienes un buen corazón, que te preocupas por los demás y sin embargo... Siempre lo ocultas todo... No eres inútil mi rey... -me acerqué a besar sus labios- Solo eres inseguro... Inseguro a cómo podrían interpretar todo eso que te representa... Por eso nos tratas de esa forma... ¿Me equivoco? -pregunté con voz serena, pegando mi frente a la suya.

Por primera vez había oído mi nombre ser pronunciado con su voz. Siempre 'su alteza', 'su majestad'. Mis emociones estaban mezcladas en un charco desastroso. Vi como me desentrañaba con sus palabras, como si me hubiese diseccionado bajo un microscopio. Le había atinado al blanco, lo había hecho con una precisión casi impecable. ¿Debía hablar o sólo asentir a sus palabras? El rosado se concentró más y desvié los ojos de él con algo de pena por mí mismo.
-N...no... -cerré los párpados unos momentos sintiendo su mirada sobre mi persona.
-¿Cómo es que sabes eso...? -pronuncié en voz baja, casi en un susurro. Nunca había hablado con él, exceptuando las órdenes que le daba como un tirano o simplemente como un niño caprichoso. Sabía que los criados dispersaban pestes de mí... entonces, ¿cómo podía conocerme tanto?
Le acaricié con una de mis manos el rostro, conteniendo impulsos de besarle una y otra vez sin descanso. ¿Cómo podía estar tan tranquilo? Me hervía el rostro de sobremanera, y él siempre parecía estar calmo como el agua de un tanque.

Al escuchar su negación dejé salir un pequeño suspiro, no me gustaba la idea de que no aceptara cómo era en verdad. Sin embargo, en cuanto preguntó cómo es que sabía eso un pequeño nerviosismo apareció en mi pecho. Claro, era de esperarse, si jamás había hablado con él, todo lo sabía por la noona. Ella sabía que yo jamás contaría nada de lo que me dijera y yo sentía mucha curiosidad por saber cómo era el rey al que servía.
Bajé la mirada algo apenado, como si me estuvieran regañando hasta que sentí su mano. Sonreí tontamente y volví a mirarlo- Por... Por la noona... Ella te crió desde pequeño... ¿O no? Yo... No pude evitar preguntarle cosas sobre ti... -volví a bajar la mirada con una sonrisa nerviosa- Sentía curiosidad... No te enfades con ella... Fui yo quien le insistió para que me contara... -casi podía recordar lo primero que me había contado, aquello de los berrinches del rey que no eran más que escusas para que ella fuera a consentirle por ser la única que sabía cómo calmarlo. Para mí era como que me estuvieran contando un libro, siempre con cosas que me sorprendieran y yo con una sonrisa en mi rostro. Todo en él parecía tan divertido, hermoso, entonces, ¿por qué actuaba así? ¿No podía ser un rey bondadoso? No había necesidad de que fuera un tirano. Mi cerebro funcionaba a toda prisa mientras pensaba en las posibilidades, y lo único que siempre se me ocurría era que tenía miedo. Miedo a que le pisaran, miedo a decepcionar a su familia y reino.
A pesar de todo no quería decir aquello. Es cierto que suelo ser muy perceptivo pero no siempre estaba en lo correcto. Cerré mi boca, dejando de vagar en mi pensamientos para volver a mirarlo. Era tan hermoso y majestuoso.
Llevé mi mano a su pecho, acariciándolo suavemente antes de depositarla sobre su corazón- Sé que aquí existe algo que late con fuerza... Sé que eres una buena persona mi rey... Si no... ¿Cómo explicarías que la noona te quisiera tanto? Ella es también una buena persona, y reconoce a sus iguales... Tal como te reconoció a ti... -mi mano que descansaba en su corazón empezó a subir, acariciando su piel hasta llegar a su rostro.

Quizá esa respuesta pudo decepcionarme, pero no iba a admitirlo jamás ante nadie. No... sólo ante una sola persona, la única que me veía como un ser transparente a diferencia de los demás que suelen describirme como una sombra reencarnada.
Sin embargo, por más que lo repitiese día tras día, no iba a cambiar mi posición. Un perfecto inútil que no puede valerse por sí mismo, uno que vive detrás de una sucia y eficaz máscara de arrogancia. Ese niño infeliz que desea desaparecer cada segundo que transcurre. Un cobarde.
-Ella... - no es que fuese a enfadarme ni mucho menos. Una ola de nostalgia me sucumbió enteramente. Casi podía recordar a la perfección sus canciones y sentir cómo me acariciaba el cabello mientras sollozaba en su hombro.
Cerré los ojos nuevamente escuchando las palabras de con quien estaba compartiendo parte de mí. Me sentía sosegado con su presencia y su voz suave, angelical.
El contacto de su piel tibia contra la mía que iba enfriándose me hacía pensar en que estaba cayendo lentamente en un sueño o al menos eso sentía.
Una semisonrisa se asomó cuando noté su mano allí y sus palabras me dieron un escalofrío. Comencé a preguntarme qué le había narrado aquella mujer como para estar tan seguro de lo que decía.
-Quizá está sólo ayudando a un corrompido -susurré con una voz distinta, más pura, más real. Llevé la mano hacia la suya, ajustándola y aferrándola como si encajasen en un rompecabezas.

Escuché cómo pronunciaba aquella palabra, notando como su rostro parecía cambiar sin hacerlo. Su mirada era otra, llena de sentimientos, tal vez amor, tal vez tristeza, tal vez nostalgia; no lo sabía pero sabía que esa mirada estaba relacionada con la noona y con lo que yo había dicho sobre ella.
Escuché nuevamente su voz, dejando salir otro pequeño suspiro. Ciertamente me había dicho sobre las veces que el rey había llorado. Ella parecía tan triste al contarlo que me sentía igual, con cierta impotencia al no poder hacer nada.
No sé en qué momento me enamoré de él. Tal vez fueron los relatos y el saber que detrás de esa máscara había un ser amable y con un corazón herido, tal vez fue una simple atracción física que terminó por volverse amor por todo lo que sabía sobre él. No lo sabía, solo sabía que lo amaba y que quería ayudar a ese corazón, tal y cómo estaba haciendo la noona, pero un poco más... ¿Sentimental? No, más profundo... Esa era la expresión, quería poder curar todas sus heridas y eso incluía las más dañinas y profundas.
Sujeté su rostro con ambas manos, dejando que tomara una de ellas con la propia y le observé a los ojos- Mi rey... Quiero ayudarte... Sé que estás herido... Por eso quiero ser quien te cure... Tal como la noona, pero... Usaré otros métodos -una leve y tranquila sonrisa invadió mis labios antes de acercarme a besar los ajenos- Claro, si mi majestad lo permite... -susurré pidiéndole ese permiso. Luego de aquella situación todo podía pasar al mismo tiempo que nada. Quería saberlo, necesitaba saber si me permitía ayudarle a mi manera. Solo esa respuesta sería suficiente para mí.

No pude contenerme. Le besé con suavidad rodeándolo con los brazos mientras posaba la zurda en su cuello y la diestra acariciando sus cabellos perfectamente sedosos. Lentamente separé nuestros labios- permiso concedido... -y así, desplazando las manos por su espalda dejé que ambos nos relajásemos en un silencio impecable, en una serenidad como si fuésemos los únicos en el castillo, o en el reino incluso. Alcancé a conciliar el sueño con una sonrisa pintada, la respiración leve de Vladimir acompañaba la mía. No tengo idea de cuánto tiempo estuvimos bajo los brazos de Morfeo, pero fue una sensación refrescante y me trasladó una paz que hacía demasiado no experimentaba.
Entreabrí los ojos al despertar y besé con ligereza nuevamente los labios de quien a mi lado estaba. Apoyé otra vez la cabeza sobre las sábanas dispuesto a dormirme de nuevo cuando oí ese chirrido.
Las bisagras de la puerta de mi habitación dieron un grito agudo e inmediatamente sentí el brusco golpe de la perilla contra la pared. Estaba tan somnoliento que no noté la circunstancia que estaba presenciando.
Un silencio tajante anticipó esa voz. No tardé en notar su presencia y le miré apenas le reconocí.
"Ah... ¿es tu nueva amiguita?" oh, no. Se oía el golpe de las suelas de sus botas acercándose. Remarcó esa última palabra con un sarcasmo imposible de imitar. No pude reaccionar lo suficientemente rápido y maldije aquello hasta el día de hoy.
Su quejido abrupto resonó en mis oídos y se difuminó en todo mi ser. Sus cabellos rubios tirantes bajo el guante negro que cubría la garra de ese verdadero tirano. Hacía lo que quería teniéndolo aferrado con sus largos y finos dedos y le arrojó con bestialidad a una esquina como a un saco de harina. Todo esto ocurrió en segundos, en menos que segundos. Por un momento no sentía mi cuerpo, lo único que parecía vivir era la furia que despertaba de un sueño ligero y vibraba en las fibras de mis músculos como hace el carmín de la sangre al manchar la piel de un vil asesino.
Me levanté cerrando los puños con tanta fuerza que predecía hacer sangrar las palmas de ambas manos. Me le acerqué a paso lento hasta terminar frente a frente. No musité absolutamente nada y la ira antes sus provocaciones crecía como un aura escarlata brillando sobre mi silueta. Hablaba, hablaba, no paraba de hablar. De gritar con su voz grave y madura. De abofetearme tal cual yo había hecho al principio del día con Vladimir, quien ahora miraba con sorpresa sin mover un músculo. Mi rostro seguía serio sin ninguna expresión que reflejase la rabia que crecía con más y más intensidad.
-Esfúmate. -Mi tono concordaba con la mueca que tenía. Era más grave, más adulto y hacía suponer que era digno de una autoridad a la que debía respetársele. Claramente, no hizo caso y reía a carcajadas burlándose. Con una sonrisa felina apoderándose por completo y desgastando la máscara de indiferencia que había creado.
Finalmente, el silencio que estaba esperando se dio a conocer. Su voz había dejado de retumbar por las paredes. Di unos pocos pasos con flamante serenidad hasta quedar al lado suyo. El parecido entre ambos se hacía evidente y todos lo alegaban, más aún se acentuaba estando uno tan cerca del otro. Era exactamente por eso que se corría el falso rumor de que no era mi tío, sino mi padre. Sí, aquel adulto que parecía tan bondadoso, tan carismático y puro como el oro. Frente nuestro se alzaba un espejo a cuerpo completo, tan ancho como el respaldar del lecho donde descansaba. Podíamos apreciarnos perfectamente e incluso sonreímos al unísono. Unos segundos más tarde me aparté y procuré en ningún momento cruzar miradas con Vladimir.
En un acto tan rápido como la agresión hacia este chico ruso jalé hacia atrás los cabellos oscuros del mayor y le manipulé.- Uno, dos, tres, cuatro... -canté una canción infantil mientras los duros impactos contra la pared hacían eco. Su frente había comenzado a sangrar y también así manchó la blancura de la pintura que recubría el revoque. Sentí como su cuerpo perdía la postura e iba adormeciéndose. Un par de golpes más.
-¿Dos más dos? -Sonreí retorcidamente al no escuchar una respuesta más que un par de balbuceos.
-No, incorrecto. -Por última vez le sostuve. Se oyó el ruido de los últimos cristales que permanecían firmes en el ventanal y por último la colisión de este ser despreciable contra el césped. Como último movimiento, corrí las cortinas imposibilitando la vista hacia dentro de mi cuarto. Giré sobre los tobillos y mantuve los ojos firmes al frente, temía que Vladimir los viese.

Escuché sus palabras y sonreí ampliamente, entrecerrando los ojos ante tal acción. Me relajé notablemente entre sus brazos, dejándome llevar por los poderes de Morfeo.
Luego de quién sabe cuánto tiempo pude sentir como besaba mis labios. Que bien se sentía el despertar de aquella forma, con los labios de mi rey sobre los míos. Estaba a punto de echarme a dormir de nuevo pero un golpe brusco y seco me sorprendió, haciendo que me levantara un poco para ver qué había provocado ese ruido. Sin embargo, al ver quien se acercaba y escuchar su tono y palabras me hice pequeño. No podía ser cierto, aquel hombre tan bondadoso con todos, ese del que todos los sirvientes siempre hablaban ahora parecía terriblemente amenazador, tenía miedo de él.
Sentí como si observara todo desde fuera de mi cuerpo, notando como me tomaba del cabello, lo que me hizo soltar un quejido. Instintivamente llevé mis manos a la que me sujetaba, en un triste intento por soltarme pero este no duró mucho, ya que al instante un golpe llegó a mi torso, dejándome sin aire por un instante.
Seguía sin creer que aquel hombre me estuviera haciendo esto, pero lo que ahora no podía creer y que parecía una pesadilla era la situación que se presentaba frente a mis ojos. Los gritos, las bofetadas, la forma en la que mi rey se mantenía sereno. ¿En verdad era mi rey? ¿Ese que al principio del día me había abofeteado  gritado e insultado? ¿Ese del que pude ver todo su ser en cuestión de horas?
Su voz me desconcertó totalmente, ese tono no parecía el de él...
Seguí observando la situación sin moverme, estaba paralizado y aunque no lo estuviera nada podía hacer por ello, seguramente me matarían si intentaba meterme, o peor aún, lo torturarían a mi rey. Al ver cómo avanzaba y se colocaba a su lado me sorprendí un poco. Realmente eran muy parecidos. Llegué a preguntarme si los rumores sobre si eran padre e hijo no serían ciertos.
El acto que vi a continuación me obligó a salir de mis pensamientos, abriendo los ojos muy grande. Observé como golpeaba al mayor contra la pared con fuerza mientras cantaba esa canción infantil. Sentí miedo, miedo por no reconocer a mi amado, no podía ser él... Es verdad, esa mañana había sido violento conmigo pero nunca hasta ese punto.
Volví a abrir los ojos al ver cómo tomaba a su tío y lo tiraba por la ventana, haciendo que cayera en el césped.
Lo observé cerrar las cortinas, notando como se negaba a mirarme. Yo tampoco podía mirarle a la cara, es decir, acababa de presenciar cómo tiraba a su tío por la ventana, ¿cómo podía estar tranquilo?
Sujeté mis piernas, haciéndome pequeño mientras cerraba los ojos. Un sueño, eso tenía que ser, un sueño retorcido. Aún estaba durmiendo junto a mi rey en su cama- Por favor... -musité muy por lo bajo, cubriendo mis orejas y ocultando mi rostro de toda posible visión en aquella habitación. Me encontraba demasiado aterrado para hacer nada.

Dejé que todo mi peso se concentre en mis rodillas al caer sobre ellas. Mantuve el rostro frente al suelo y me tomó varios minutos calmarme. Estaba consciente de lo que acababa de hacer, también de que Vladimir tuvo que ver eso y estaba allí aterrorizado. No sabía si lo había matado o sólo noqueado, pero realmente no estaba importándome.
Me puse de pie y le miré desde arriba. Me puse en frente suyo.
-...Vladimir... -susurré para no sobresaltarlo. Mi voz volvía a transformarse en la misma con la que le hablaba justo antes de haber caído ante el sueño. Tomé su rostro como pude y lo elevé a la altura del mío para que, ahora sí, me mirase. Sólo había leves destellos de la furia que estaba concentrada en mis ojos cuando todo aquello ocurrió. No podía permitir que ese tirano me arrebatase todas y cada una de las cosas y personas que apreciaba, porque eso mismo había hecho con mi padre.
Suspiré ante la mirada intranquila que naturalmente tenía. Posicioné ambas manos a los costados de su rostro y dejé que nuestras frentes se tocaran como él había hecho conmigo anteriormente.
- Intenta calmarte.

Pude escuchar un golpe suave pero no levanté la cabeza, tenía mucho miedo como para hacer nada.
Oí como me llamaba y me obligaba a levantar el rostro, observándole aún con temor en el mismo. Su mirada seguía con rastro de odio pero sabía que no era dirigida a mí.
Sentí como colocaba ambas manos para sujetarme el rostro, dejándome hacer ante el contacto de nuestras frentes. Al escucharle respiré profundamente. Lo que más quería era calmarme, relajarme y abrazarlo buscando refugio en sus brazos, pero era difícil.