Al sentir su tono de voz me hize pequeño, no quería verle a
los ojos. No pude evitar que mis traicioneras mejillas se tornaran color carmín
al sentir como sus labios los besaban. Un suspiró escapó de mis labios en
cuanto sentí como aprisionaba mi lóbulo. ¿Qué intentaba hacer? Quería
escaparme, irme lejos y olvidarme de esta situación... Que va, no quería irme.
Este momento era algo que ni en sueños se me hubiese ocurrido que pasaría. Aún
no le miraba, no me sentía ni preparado ni lo suficientemente fuerte para
hacerlo. Estaba seguro de que si lo hacía me dejaría llevar, cosa que no podía
permitir.
¿Por qué? ¿Por qué se negaba a verme como lo hacía siempre?
Cambié de posición su rostro, así por fin podía mirarme. Me acerqué a sus
labios y arrimé mi cuerpo contra el suyo. -Vamos...- ¡Hazlo, hazlo, hazlo!
¡Déjame ver cómo sales del molde por mi culpa. Déjame sentir qué es lo que se
oculta detrás de esa actitud tan falsa.
-...Vladimir... -pronuncié, como si fuese un suspiro que
afloró desde el alma, tan dulce que no parecía venir de mí. Fingía que no sabía
su nombre, siempre lo llamaba 'enano de pacotilla', 'rusito', 'imbécil'. Pero
lo sé, sé como se llaman hasta las cucarachas de este castillo, el que me
aprisiona con su herencia.
Tomé atrevidamente su mano. La manejé, la conduje por debajo
de mis ropas, haciéndolo testigo del calor de mi piel. Parecía que sus dedos
fluían, hasta que los detuve en mi pectoral izquierdo, donde el corazón latía
ferviente.
Sentí como movía mi rostro, obligándome a verle. Finalmente
encontré su mirada, aquella por la que tuve que contener mi aliento en más de
una ocasión. Esto no debería estar pasando, no quería que me viera así. Todo se
echaría a perder si eso pasaba. Escuché como me llamaba, ese suspiro que
reflejaba mucho más de lo que parecía. Nunca esperé que supiera mi nombre,
jamás me había llamado por él. Estaba perdido en mi propio mundo cuando sentí
un calor en mi mano, bajé la mirada y noté como estaba tocando su piel. Esa
piel tan suave. Quería más, quería tocarlo y disfrutar de él, sentirlo,
apropiarme de sus labios y suspiros. Finalmente mi mano dejó de moverse para
sentir los latidos de su corazón. ¡Dios! ¡Estaba sintiendo su corazón! Presioné
mis dedos sobre aquel pecho que tanto me hubiese gustado ver antes y que no lo
hice por miedo a perder mi control. Podría haber sido de quienes ayudan a
cambiarle pero sabía que solo sería una mala idea. Mis ojos volvieron a los del
rey, mi rey. Pude sentir mis mejillas arder. Yo creo que ya eran fuego en mi
rostro. Mi mano libre empezó a moverse. Comenzaba a perder el manejo de mi
cuerpo. Antes de que me diera cuenta mi mano había llegado a su rostro. Lo
estaba acariciando. Lo tenía tan cerca que podía sentir su respiración contra
mis rostro.
Al diablo todo. Terminé con las distancias que nos
separaban, aprisionando sus labios con los míos. Al fin, luego de tanto los
tenía para mí y solo para mí. Mi mano, la cual acariciaba su mejilla bajó a su
cuello, aún acariciándolo antes de atraerlo más. No permitiría que esto se
convirtiera en un beso robado y algo de provocasión. Este sería mi momento para
dejarme ver. Esta faceta que tanto tiempo mantuve oculta finalmente salía y no
se ocultaría tan facilmente de nuevo. Bueno, tal vez cuando recupere la
conciencia y reaccione, pero ahora era otra persona, era quien en secreto lo
había ideolatrado gracias a todo lo que mi compañera me contaba de él, era
quien sin darse cuenta se enamoró de su persona, era quien deseaba conocerle de
verdad, era quien le hubiese gustado mostrarle antes.
Era embriagador. Como si su alma realmente hubiese
despertado de un largo sueño. Rodeé su cintura con un brazo, paseando los dedos
de forma descendente y ascendente, casi rozando la piel de su abdomen. Con la
mano libre, me ocupé de sentir la alta temperatura de su rostro.
Sentía la lujuria acariciarme las entrañas. Lo había
logrado, su verdadero ser salió a flote, y yo lo estaba presenciando. Sólo yo,
ningún otro más. Nunca dejaré de preguntarme por qué ocultaba su esencia bajo
una sonrisa servicial, siendo tan atrayente, tan tentador.
-Al fin... -era mi capricho, uno oculto tras los insultos y
los malos tratos. Había descubierto que no quería provocarlo, lo deseaba para
mí. Y parecía que él tenía el mismo antojo. Era sólo cuestión de tiempo que
apareciese. Pero no estaba satisfecho, por más que sonriese por mis adentros.
Necesitaba más, esa sensación en el pecho quemaba.
No podía dejar de besarlo. Su tacto era dulce y me incitaba
a seguir. Hacía danzar la lengua contra la suya, con osadía. Mordía sus labios
y le arrancaba un suspiro.
Me dejé hacer, ya no tenía control en mis acciones ni
deseaba tenerlo. Después de tanto tiempo en silencio finalmente podía tenerlo
para mí. Esto parecía un sueño. Seguramente me despertaré en mi cama con sus
gritos de todos los días. Pero no importaba, nada importaba ahora. Escuché ese
leve susurro antes de volver a besarle. Ese sabor tan único que solo él podía
tener, algo tan característico que solo su persona poseía.
Quería más, quería sentirle en todo su esplendor, quería
poder decir que era mío, aunque sabía que eso no pasaría no me importaba. Volví
a bajar mi mano hacia su pecho, dejando ambas en el mismo. Todavía no podía
creer que esto estuviese ocurriendo, insisto en que es un sueño. Cuando ambos
nos separamos por falta de aire le miro a los ojos, esos que tanto me
hipnotizan siempre. Tomé su rostro con ambas manos y besé una vez más sus
labios.
Moviendo un poco mis piernas, aprovechando que su agarre a
las mismas se había aflojado, hice que diéramos un giro, quedando yo encima de
él. Me aparté nuevamente de él y acaricié su rostro, contemplándolo y
admirándolo- Esto... Esto es un sueño, ¿verdad? -pregunté sin ser realmente
consciente de mis palabras. Solo quería saberlo, y si en verdad era un sueño,
no quería despertar. No aún.
Sonreí, pero no como lo hacía siempre, sino de una manera
cálida, una real.
-¿Tan imposible parece?- lo encerré con los brazos. No
quería dejarlo ir. En un arranque, presioné los dedos conjunto a las uñas de
éstos, rasguñándolo y trazando un camino hasta la parte baja de su espalda. Lo
besé, al principio de forma brusca, y luego suave y empalagante. Desplacé la
mano y dibujé en su pecho, quedando varado en el botón de su pantalón, jugando
con él, hasta que finalmente lo desprendí. Flexioné una pierna, frotando con la
rodilla sutilmente su entrepierna. El próximo objetivo era su cuello, al que me
dirigí, lamiendo y besuqueando, mordiendo y succionando para dejar mi marca en
él.
-Eres tan lindo... -admití entre pausas.
Desvié un poco la mirada mientras asentía. En verdad me
parecía imposible que esto estuviese pasando. Sentí como me sujetaba,
impidiéndome cualquier forma de escape cuando sentí sus dedos rasguñar mi
espalda. Se sentía una sensación deliciosa porque fuese él quien lo hiciera.
Correspondí su beso, notando como su fuerza y brusquedad desaparecían a medida
que este avanzaba. Un escalofrío recorrió mi torso completamente al sentir esa
caricia. en cuanto me di cuenta que abrió el botón de mi pantalón abrí los
ojos. ¿En verdad llegaríamos a eso? Iba a decir algo pero mis palabras fueron
ahogadas en un suave gemido que logró escapar de mis labios, llevándose consigo
el resto de cordura que quedaba en mi mente.
Sus besos en mi cuello se sentían tan bien, quería que me
marcara, que me hiciera suyo, que yo le perteneciera, pero no como un
sirviente, sino como eso que tanto había deseado y que parecía comenzar a
cumplirse. Al escuchar sus palabras mis mejillas enrojecidas aumentaron su
intensidad, si es que era posible- N-No digas eso... -respondí como pude. Sabía
que no era feo pero de todas formas jamás me consideré alguien apuesto.
Ladee el rostro, brindándole un poco más de espacio al otro
mientras seguía sintiendo sus besos. Mis manos, que se encontraban en el pecho
ajeno, fueron detrás de su cabeza, empezando a jugar con su cabello, ese que
tantas veces quise tocar y me abstuve de hacerlo para mantener mi papel de
sirviente y solo de sirviente.
-Eres más que eso -sonreí. Acerqué mis labios a su oído-
eres hermoso, Vladimir... -Esa sensación dentro de mí crecía, cada vez más.
Nunca me había imaginado que él fuese alguien así, ni que me hubiese permitido
besarlo, tocarlo, acariciarlo como lo hacía, porque el siempre debía ser
distante y frío para conmigo.
-Bésame... -le pedí, y relajé por completo el cuerpo. Quería
ver lo que haría conmigo, la forma en que su ser era corrompido. Moví las
manos: una a su cintura, otra, a su pantalón, deshaciéndome de él, dejando ver
su ropa interior. Masajeé la zona suavemente, intensificando apenas por cada
movimiento que hacía.
Suspiré en cuanto escuché sus palabras. ¿Esto era real?
¿Acaso el rey, mi rey, estaba diciendo que era hermoso? Era algo inimaginable
para mí, pero allí estaba. Sus caricias invadían mi cuerpo, sus besos me
embriagaban, su ser era demasiado para mí.
Escuché su petición. Le miré a los ojos, esos que tanto me
hipnotizaban. Sostuve su rostro con mis manos antes de acercarme para comenzar
a besarle con intensidad. Tenía esa necesidad de sentirle en toda su extensión,
quería todo de él.
En cuanto sentí el masaje que aquella zona recibía ahogué un
gemido en el beso que había unido nuestros labios. Moví mis caderas al ritmo de
su mano. Ya estaba fuera de mí y no pensaba determe a estas alturas.
Mis manos viajaron por su torso hacia su pantalón donde
imité las acciones del otro, masajeando aquella zona.
Me uní a él en aquel beso, dando un profundo suspiro al
sentir su tibieza tan cerca de mí. El frotamiento en su entrepierna era
constante sin dejar de ser eficaz y astuto. Sin embargo, me olvidé de todo. Del
desastre en mi habitación, de mi cargo en la nobleza, de todo aquello que no
tenía importancia en el momento. Éramos ambos, dos personas corrientes
deseándose, fundiéndose en el calor de nuestras pieles.
Su respiración me incitaba a seguir, ni hablar de los jadeos
o gemidos que sentía cada vez que le tocaba. Desplacé con ligereza el dedo
índice de la mano libre por su espalda, remarcando la columna y sonriendo por
los escalofríos que le causaba.
-Dime... dime lo que quieres, lo que deseas... -decía
murmurando entre besos, algo agitado- y te lo concederé, Vladimir. -Siempre
hacía énfasis en su nombre, me había acostumbrado a él, no más insultos, no más
violencia contra él.-
Todo era perfecto, nada interrumpiría aquel momento que
tanto había soñado. Un escalofrío recorrió toda mi columna. ¡Dios! Su mano se
sentía tan bien sobre mi piel. Solo nosotros dos y nadie más. Mis gemidos
salían sin pudor por culpa de las acciones de su mano. Aún seguía sin creerlo,
sin creer que esto estuviese ocurriendo. Escuché sus palabras y no pude evitar
suspirar. ¿En verdad me estaba diciendo aquello? Por favor no me despiertes...
Noona no me despiertes por favor- Quiero... -me aparté para verle a los ojos-
Te quiero a ti... -dije antes de volver a besarle, acariciando suavemente su
entrepierna. Desabotoné sus pantalones para bajarlos y quitarlos. Ya comenzaban
a estorbarme el no poder sentir más de su piel. Era demasiado para mí, pero no
iba a retractarme. Acaricié su miembro por sobre la tela de su ropa interior,
notando como la zona se estimulaba y reaccionaba a mi caricia. Continué besando
esos labios que eran tan adictivos ahora para mí sin detener mi mano.
Me gustaba tanto. Sus suspiros alimentaban la lujuria que
crecía dentro mío. Sonreí, incluso podría decir que me sonrojé al escucharlo.-
¿...A mí? -susurré algo sorprendido. ¿Quién habría imaginado eso? Me costaba
creer que alguien con quien me divertía maltratandolo podía decir que me
deseaba. Sentí un leve cosquilleo cuando me libró de los pantalones, los cuales
comenzaban a apretar. Lancé un leve gemido al sentirlo allí, tan cercano a la
piel. Sin que él lo espere, giré sobre la cama, quedando arriba nuevamente.
-Mi turno... -musité, haciendo que sintiese mi aliento
cálido en su oído. Me desplacé por su barbilla, cuello, clavículas, pectorales,
estómago. Besándolo, sintiéndolo, saboreandolo. Llegué a sus caderas y mordí
suavemente su piel, dejando mis marcas allí. Con los dientes, me deshice de su
ropa interior, llevándola hacia abajo. Tomé algo firme el miembro que comenzaba
a tomar rigor y lamí sin más el largo de éste, para luego posar los labios en
la punta, rozando con mi lengua la zona.
Su gemido fue música para mis oídos, ese sonido que no
cualquiera escucharía provenir del rey. Ese tirano rey que en realidad no era
más que un niño, un niño del cual me había enamorado gracias a todo lo que la
noona me contaba. A pesar de que ciertas cosas me molestaban, por lo general
reía y me divertía. Esas pequeñas cosas provocaron que, en cierta forma
comenzara a apreciarlo. Incluso aunque me maltratara yo sabía que no era real,
que en verdad había otro rostro debajo de sus perfectas facciones heladas y sin
sentimiento. Yo lo sabía y no permitiría que nadie más lo supiera, esa fue mi
promesa. Preferí quedarme siempre al margen, insultándo al rey de vez en cuando
para disimular esa atracción que sentía por él. Y su belleza no hacía más que
complicar las cosas.
Me sorprendió el sentir el cambio de posiciones pero no le
preste atención, ya que enseguida un suspiro logró escapar de mis labios por
escucharle. El recorrido que hizo por todo mi cuerpo fue algo fuera de este
mundo, esas sensaciones que me invadían se sentían muy bien. Quería más. Gemí
al sentir como me marcaba nuevamente como suyo. Ah, que bien se escuchaba.
Sentía como me dejaba completamente desnudo y a su merced, estaba a su
disposición y me gustaba. Otro gemido se hizo presente en mis cuerdas vocales
en cuando su lengua encontró mi miembro. No podía dejar de gemir por sus
acciones, todo era algo demasiado excitante y mi mente no lograba procesar ni
la mitad de las cosas que pasaban. Arquee la espalda en cuanto sus labios
estuvieron en la punta de mi miembro, sintiendo su lengua, la cual me estaba
enloqueciendo.
No quería dejarlo ir. Creo que nunca había estado tan
fundido de esa forma con alguien, sin duda no. Era extraña la forma en que la
situación se había tornado. Personas tan distintas, de sangre diferente,
despreciándose uno al otro, ahora estaban besándose y sintiendo el roce de la
piel del otro, suspirando por ello.
Cerré los ojos apenas para sonreír, mientras me ocupaba de
lo que hacía con mis fauces. Quizá para los nobles sería deshonrosa esta
relación, la de un sirviente y un rey. ¿Pero a quién le importaba? A los únicos
que les incumbía era a nosotros dos, quienes prácticamente teníamos la mente
volando por la galaxia más lejana.
Besé su rigidez, succionando y lamiendo, apoderándome
lentamente de ella con la boca.
A lo mejor mi capricho no era provocarlo, ni enfadarlo, ni
entristecerle. Tal vez mi capricho era él, su persona, su ser y su esencia
entera. Toda para mí, no la compartiría con nadie más, por más que aflorase el
egoísmo de mi latente corazón, el cual hervía junto a mi cuerpo entero.
Luego de unos momentos volví a ponerme a la altura de su
rostro. Mirándole con los ojos entrecerrados, destellantes de deseo y calidez,
le susurré, rozando sus labios con los míos al hablar.
-Serás mío, todo mío... -quería que hiciese lo que su mente
le decía. Que obedeciese a sus instintos, que haga de mí lo que a él le plazca.
Iba a continuar la frase con un 'y yo seré tuyo, completamente tuyo...', pero
las palabras fueron ahogadas en un beso de los mejores que había presenciado en
mi estúpida y vacía vida.
Esto era cada vez más y más excitante. Mi mente volada, no
sabía dónde estaba ni tampoco me importaba, solo quería estar con él, en sus
brazos y tenerlo para mí.
Su boca y lengua hacían un trabajo enloquecedor, todo era
demasiado para procesarlo. En cuanto le tuve de nuevo a la altura de mi rostro
quería besarle pero me contuve al ver que decía algo. Escuché con atención y no
pude contener mi impulso de besarlo. Pero no como lo había hecho antes, este
beso contenía más que solo lujuria y deseo, decidí dejar en ese beso mis
sentimientos, esperando que estos llegaran a mi rey.
Hice que giráramos nuevamente, había perdido la cuenta de
cuántas veces rodamos ya pero no importaba. Al tenerle de nuevo debajo mío
coloqué una pierna a cada lado de su cadera, sentándome sobre las mismas.
Aún seguíamos en el beso pero la falta de aire nos hizo
separarnos. No me alejé de su cuerpo en ningún momento, solo unos centímetros
para poder decir:
-Siempre lo fui, y siempre lo seré -al terminar de hablar
volví a besarlo, haciendo que mis manos recorrieran todo su torso. Empecé a
bajar, imitando las acciones que había sentido antes en todo mi sistema
nervioso. Besé, lamí y mordí con suavidad sus labios, cuello, torso, uno de sus
pezones, luego el otro, sus abdominales. Al llegar a sus caderas me detuve un
instante para verle. En cuanto su mirada se encontró con la mía empecé a quitar
su ropa interior, única prenda que quedaba sobre su maravilloso cuerpo. Cuando
que me deshice de la molesta prenda volví a sus caderas. No aparté en ningún
momento la mirada de sus ojos.
Finalmente llegué a su miembro. Lo sostuve y le di una lenta
lamida, siempre observándole. Al llegar a la punta engullí su sexo sin pudor,
comenzando a mover mi cabeza en una lenta felación.
Un suspiro retumbó en mi garganta con tal beso, disfrutando
cada milisegundo, siendo que éste tenía un toque especial, como si de magia se
tratase. Me era algo desconocido, probablemente porque cada vez que tenía estos
encuentros eran fríos, los besos no tenían sentido, al menos no para mí. Esas
mujeres que mi tío me mandaba como un obsequio, como si fuesen objetos que uno
usa hasta que se aburre.
Cerré los ojos, levantando el mentón, entreabriendo los
labios ante el placer que él me daba, elevando el volumen de mis gemidos
interrumpidos por la respiración agitada. Aferré las manos a las sábanas como
si estuviese por caer de un precipicio y éstas fueran rocas. Intenté gesticular
un par de palabras sin éxito. Su accionar me hacía titubear, cerrando los
párpados con fuerza, interrumpiendo la conexión entre miradas.
No pude quedarme quieto. Comencé a mover las caderas
suavemente en un movimiento ondulante, al ritmo de la felación.
- A-ah... Vladimir... -luego de un momento, sostuve su
rostro como pude, haciéndole posar sus ojos en los míos nuevamente. Lo atraje
hacia mi rostro nuevamente, besándolo. Coloqué las manos sobre su cintura
presionando su cuerpo contra el mío, comunicándole en cierta forma que quería
continuar, quería satisfacerme aún más.
Sus gemidos eran cada vez más y más sonoros, y eso me
encantaba. Amaba saber que era yo quien provocaba sus gemidos, que era mi
nombre el que pronunciaba entre suspiros, que era a mí a quien deseaba.
Sonreí internamente al notar como movía sus caderas. Quería
brindarle el mayor placer posible, y al parecer estaba haciendo un buen
trabajo.
Jamás escuché un solo gemido de él, ni yo ni nadie. Todos
sabíamos de los "obsequios" del tío hacia él, aunque todos decían que
parecía gozar mucho, nunca nadie mencionó al rey, todos decían de los gemidos
de las chicas que pasaban por sus sábanas, pero nada sobre mi rey.
Sentí como atraía mi rostro hacia el suyo. Obviamente me
dejé hacer, ya que no tenía control sobre mí. Correspondí su beso con gusto,
sintiendo su agarre en mi cintura. Su mano parecía amoldarse tan bien a mi
cintura. Noté como nuestros cuerpos se apegaban nuevamente. Comprendí
perfectamente lo que quería, yo también quería más, y quería sentir a mi rey en
todo su ser.
Moví un poco mis caderas, logrando que nuestros miembros
desnudos se rozaran, creado una deliciosa fricción. Le besé con desespero
mientras seguía moviendo mis caderas. Mis manos fueron a su rostro, ese rostro
que tantas veces quise tocar de esta forma y jamás me lo permití. Acaricié sus
mejillas antes de posarme nuevamente con una pierna a cada lado de sus caderas,
sentándome una vez más sobre estas. Volví a mover mi cuerpo para crear una vez
más esa deliciosa fricción, logrando que gemidos comenzaran a aparecer en mis
cuerdas vocales.
Me aparté de su rostro para enderezarme y mirarle desde
arriba. Le observé en todo su esplendor, belleza y placer que dejaba ver. Me
mordí el labio inferior inconscientemente- Mi rey... -susurré antes de mover
nuevamente mis caderas sin acercarme a él. Quería verle disfrutar aunque sea
por un momento. Quería apreciarlo por completo.